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Foto del escritorSalvador Moreno López

No tiene nada. Son sus nervios...

Su expresión mostraba fastidio, cansancio y frustración. –¡No sé qué hacer!, exclamó. -Me siento sola y perdida. Consultas y consultas y tratamientos y no mejoro. Estoy desesperada. Siento que mi vida se va al precipicio. Y ya no son sólo mis dolores de cabeza y de estómago, no duermo bien, estoy irritable y de todo me enojo. En mi casa ya no me aguantan, así que finalmente vine aquí contigo aunque ¡no estoy loca, eh!... estoy enferma pero no sé de qué y hasta ahora nadie a podido decirme algo que realmente me sirva. ¿Me puedes ayudar?...


¡Cuántas veces he recibido a personas en situaciones parecidas! Llenas de malestares y sufrimiento que parecen no tener explicación y que no se quitan con las acciones que han realizado. Desesperadas, cansadas y angustiadas llegan a la consultoría psicoterapéutica con una leve esperanza o como la última opción que creen tener.


Y es en estas condiciones y circunstancias como inicia, con frecuencia, mi trabajo como consultor y psicoterapeuta. Recibir a la persona en un ambiente de seguridad, comprensión y respeto es condición necesaria para que, de entrada, ella pueda expresar todos sus malestares, preocupaciones y sufrimientos de la manera como le sea posible. Algunas personas llegan con historias largas y llenas de detalles, en las que van refiriendo innumerables momentos de dolor y sufrimiento. A otras les cuesta trabajo hablar, aunque su cara y cuerpo parecen mostrar que ahí hay mucho que quisieran comunicar. Y algunas más sólo logran decir algunas palabras cuando ya el llanto se vuelve el modo de expresión de su sentir en esos momentos.


Lo que sea que haga la persona, mi propósito inicial es recibirla y escucharla con respeto, sin juicios y sin prisas, sin apresurarme a dar un diagnóstico ni consejos. Por eso es frecuente que en algún momento después de esas expresiones intensas, una persona pueda decir: -¡Qué aliviada me siento! Ya necesitaba sacar todo esto que traía, con alguien que realmente me escuche y no me juzgue. Ya ve cómo es la gente. Muchos quieren arreglarle a uno la vida y de inmediato empiezan a dar consejos de lo que uno debe de hacer o no. Eso no me ayuda y ya estoy cansada de ello.


Así que Escucho en Presencia Acompañante, como decimos entre colegas. Dejo a un lado mis pendientes y preocupaciones para poder estar abierto y receptivo a las vivencias y experiencias de la persona consultante. Y en lo que voy captando con todos mis sentidos voy encontrando señales para sentir cómo se siente esa persona, resonar con ello y expresarle mi comprensión. Gradualmente vamos generando un proceso de sintonía, como lo llama el Dr. Daniel Siegel (2010), reconocido investigador en neurociencias.


Desde la presencia nos abrimos a la posibilidad de captar todos los sentires, emociones y demás experiencias que vayan surgiendo en la relación. Desde la sintonía nos mantenemos abiertos a nuestra experiencia interna y a la posibilidad de captar y sentir la vivencia de la otra persona (Moreno, 2009; Siegel, 2010).


Cuando la consultante siente la presencia comprensiva y respetuosa del o la psicoterapeuta puede entonces sentir alguna seguridad para atender a sus vivencias, sentimientos y emociones dolorosas, amenazantes y difíciles e irlas describiendo y expresando a su modo y a su ritmo.


Según las circunstancias de cada quien, la consultante puede empezar a experimentar algunos cambios, después de algunos minutos de acompañamiento. -Me siento mejor, aliviada. Puedo respirar mejor y estoy relativamente calmada, pueden ser algunas de las palabras que exprese, a veces incluso con sorpresa.


Expresar lo que sentimos y cómo vivenciamos las situaciones cotidianas, en una relación en la que otra persona está realmente presente, acompañándonos con respeto y comprendiéndonos con empatía, es una experiencia liberadora y sanadora. Y no es que todo se resuelva en unos minutos; sin embargo, abrir la puerta a la esperanza de un vivir sin tanto sufrimiento puede ser, a veces, la diferencia entre la vida y la muerte.


Más allá del diagnóstico que tenga una persona, tener problemas de salud afecta significativamente el vivir cotidiano de esa persona; mucho más si se trata de una enfermedad seria o crónica. Atender adecuadamente a esta vivencia suele ser una acción que contribuye mucho a un mejor vivir e incluso a moverse en dirección de la salud. Investigadores como el Dr. Gabor Maté han enfatizado la necesidad atender a los aspectos socioemocionales y el contexto de vida en los procesos de sanción. Dice, por ejemplo que “Aprendiendo acerca de los impactos de la adversidad, también podemos encontrar caminos hacia la salud” (Maté, 2022).


Entonces, cuando la apreciación diagnóstica es “No tiene nada. Son sus nervios”, podemos dialogar sobre las vivencias y situaciones de vida para desde ahí explorar y generar posibles alternativas hacia el Bienestar. Y si hay un diagnóstico definido, también es útil atender a la personas desde su dimensión subjetiva, socioemocional y de sentido de vida. Algunos psicoterapeutas pueden acompañar en estos diálogos y recorridos. Empezando con presencia, sintonía y un ambiente interpersonal seguro, cuidado y protegido.



Referencias.-


Maté, G. (2022). The Myth of Normal: Trauma, Illness, and Healing in a Toxic Culture. Kindle edition.

Moreno, S. (2009). Descubriendo mi Sabiduría Corporal, Focusing. Guadalajara: Focusing México.

Siegel, D. (2012). Mindfulness y psicoterapia. Buenos Aires: Paidós.

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