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Las expresiones corporales y la voz manifiestan las emociones mejor que las palabras

Reconocer y comprender las emociones y sentimientos de una persona es un aspecto fundamental en las relaciones de ayuda. Entenderla empáticamente y además apoyarla para que encuentre modos de transformar sentires de sufrimiento innecesario, requiere de este reconocimiento y comprensión. Y lograrlo, no siempre es sencillo.



Un día, Arturo llegó a mi oficina buscando asesoría. Sentía una vaga insatisfacción con su vida, mas no podía identificar qué sucedía.


­­­––No me siento muy mal, me dijo, y no tengo mayores problemas en mi vida. Estoy bien y no. Es desconcertante. En realidad, no encuentro algo que me interese realmente y no logro disfrutar lo que hago, aunque sea estar de paseo. Así que vine a platicar contigo a ver si puedes ayudarme a clarificar qué me pasa y cómo puedo transformarlo.


Lo observé con atención desde el principio y escuché cuidadosamente lo que decía. La expresión de su cara y los movimientos parecían mostrar un relativo bienestar mientras él hablaba de lo poco satisfecho que se siente con su vida. Al mismo tiempo, al escuchar su voz y resonar con ella, empecé a captar una leve sensación de inquietud y malestar que parecía sentir Arturo en algún lugar de su cuerpo. Cuando hizo una pausa, aproveché para sentir el silencio y darme cuenta de lo que captaba y sentía al estar callados. El silencio suele ser una buena oportunidad para identificar algunos sentires de la otra persona y los propios.


Luego de unos segundos, dije: ––te invito a hacer un experimento. Fíjate cómo te sientes ahora y ve si puedes expresar eso que sientes a través de gestos, movimientos o sonidos. Deja que tu cuerpo se exprese por estos medios y veamos qué pasa.


Me miró con sorpresa y curiosidad, y luego dijo: ––Voy a intentarlo, a ver si puedo.

Acto seguido dirigió su atención hacia su cuerpo, por dentro, y poco a poco su postura fue cambiando. Empezó a mover su cara y a gesticular despacio, lentamente al principio y luego un poco más rápido.



––¡Eso es! exclamé. Date la oportunidad de expresarte con esos movimientos y gestos; deja que vengan desde tu cuerpo, sin dirigirlos con la mente.


Después de unos minutos, le propuse: ––ahora fíjate si también hay algunos sonidos que puedas hacer para expresar todo eso que sientes ahora, sin forzar nada, sólo si vienen desde tu cuerpo por sí mismos.


Al principio siguió en silencio, haciendo todavía algunos gestos con su cara. Luego, con un volumen muy bajo, empezó a dejar salir los primeros sonidos y paulatinamente fue haciéndolos más fuertes hasta que parecía estar a punto de gritar.


Le invité: ––¿qué tal si te fijas en tu cuerpo para que te des cuenta de cómo se siente ahora al hacer los gestos y sonidos que hace?... ¿Se reconoce en esas expresiones?... ¿Muestra así lo que quiere expresar?...


Respondió afirmativamente con un movimiento de cabeza. Después de un rato, pareció sentirse más calmado y dijo: ––Me siento mejor, más en paz y tranquilo. Siento que había mucho que expresar pero no sabía cómo hacerlo. Ni siquiera tenía claro lo que sentía, mucho menos iba a tener palabras para decirlo. Cuando me dijiste que me dejara hacer movimientos y gestos que expresaran lo que sentía, mi cuerpo pareció sentirse agradecido por esa oportunidad y poco a poco fue encontrando lo que necesitaba expresar. Fue una experiencia de alivio y liberación.


Seguimos platicando sobre diversos aspectos de su vida y gradualmente identificó otros sentires en relación con ellos.



Para mí, esta experiencia mostró, una vez más, que hay emociones y sentimientos que de inicio no se pueden expresar con palabras. Necesitamos las expresiones corporales –gestos, movimientos, posturas-, y la voz -sus sonidos y músicas- para mostrarlos. Aunque en la vida cotidiana estos modos de expresión están presentes, con frecuencia no les ponemos atención, y por ello no nos damos cuenta, conscientemente, de cómo se sienten las personas con las que interactuamos. En algunas situaciones, esta omisión genera incomprensiones y malos entendidos dolorosos y problemáticos.


Atender a las expresiones corporales y a la voz, y resonar con ellas, son medios valiosos para captar y comprender mejor a otras personas, incluyendo la dimensión emocional de sus vivencias. De esa manera, también impulsamos nuestra comprensión empática y mostramos la calidez de nuestra Presencia Acompañante.

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