Escuchar al Cuerpo ayuda a la Salud...
En alguna época se habló mucho de las enfermedades psicosomáticas. Y con ese término nos referíamos, entre otras cosas, a posibles relaciones entre las emociones, los aspectos psicológicos y la salud corporal. Había todo tipo de posturas respecto a este tema. Luego, parece que se hizo menos común. O, tal vez, lo que ocurrió es que surgieron otros modos de referirnos a esta cuestión de la relación entre lo emocional y lo corporal/biológico.
Aparecieron nuevos campos de estudio en donde, desde nuevas perspectivas, se plantearon otras preguntas y se diseñaron proyectos de investigación para encontrar respuestas desde la ciencia. Surgió así, por ejemplo, la psiconeuroinmunología que estudia la relación entre los sistemas nervioso, hormonal e inmune y la conducta de las personas.
Encontramos, a manera de ejemplo, que Delgado (2017) señala que “en los últimos años cobra más importancia la idea de que la inadecuada gestión de los estresores vitales tiene gran influencia en la aparición, mantenimiento y agravamiento de manifestaciones fisiológicas, somatizaciones, de difícil explicación clínica, porque las emociones negativas influyen en el sistema inmunológico debilitándolo” (p. 7). Es decir que lo emocional puede afectar nuestra salud corporal.
Se reconoce entonces que hay una influencia entre emociones y salud corporal. Varían ciertamente las explicaciones y teorías propuestas para comprender y explicar estos fenómenos; sin embargo, el reconocimiento de esta influencia mutua entre lo afectivo y lo corporal abre nuevos caminos a explorar para la prevención de enfermedades y la promoción de la salud integral.
Por supuesto que esta idea no es nueva para la humanidad. Tiene cierta novedad para quienes vivimos en el mundo dicotómico de separación entre mente y cuerpo. Quienes desde remotos tiempos han tenido perspectivas globales han captado con mucha convicción la interacción existente entre todos los seres y entre las diversas facetas del vivir cotidiano.
Eugen Gendlin, filósofo y psicoterapeuta, originalmente austriaco y luego naturalizado estadounidense, propuso que una característica fundamental del existir humano es que SOMOS INTERACCIÓN. E insiste, “no digo que estamos en interacción. Afirmo que SOMOS INTERACCIÓN” (parafraseo sus expresiones). En esta perspectiva, la diferenciación de lo individual y lo particular se da en un contexto de la complejidad global del universo mismo. Así, para entender a una persona, hay que ubicarla y comprenderla en la interacción de la que “forma parte”. Y si queremos entender su salud, habrá que atender no sólo a los aspectos biológicos sino también a sus facetas socioemocionales y cognitivas, a sus contextos socioculturales, económicos, políticos, ecológicos y religiosos, (y los que hagan falta según las clasificaciones que hagamos).
Gendlin (1993) también nos dice que el organismo humano tiene un sentido de dirección hacia la vida, que capta la complejidad de las situaciones que vivimos y los significados sentidos que ellas tienen para nosotros y que, además, implícitamente sabe cuál es la mejor dirección posible para cada quien, en un momento dado, hacia la vida y el bienestar. Si bien esta direccionalidad organísmica puede equivocarse, también resulta ser altamente confiable.
Desde esta perspectiva derivada de la filosofía y relacionándola con los nuevos planteamientos de la psiconeuroinmunología y las neurociencias se pueden proponer algunas orientaciones para el cuidado y la promoción de la salud. A saber:
1. Los síntomas corporales no son sólo malestares. Son también invitaciones a poner atención en aspectos importantes de nuestro vivir que requieren una acción de parte nuestra. Es decir, podemos tratar a los síntomas corporales también como una vía de entrada para clarificar qué aspectos de nuestro vivir están contribuyendo a nuestros malestares e identificar qué necesitamos hacer para aliviarlos y resolverlos.
2. Conviene generar un ambiente interpersonal cálido, respetuoso y comprensivo en las relaciones profesionales para que la consultante, que no paciente, pueda atender, desde cierto tipo de sensaciones (las sensaciones con significado), lo que su organismo tiene que mostrarle y expresarle respecto a sus malestares y a su salud y bienestar.
3. Establecer un diálogo profesional desde una perspectiva amplia, con el interés de buscar comprensiones de las vivencias de la persona y no sólo explicaciones causales a su sintomatología puede aportar al proceso de sanación o funcionar al menos como un paliativo.
4. Tener presente que la necesidad de usar medicamentos u otro tipo de intervenciones para el cuidado de la salud no está reñida con incluir también la adecuada atención a las vivencias y significados de la persona, desde donde puede derivarse también la conveniencia de ampliar los aspectos a considerar para promover la salud. Esto implica el reconocimiento de la importancia y la valoración de un trabajo interprofesional coordinado y de una visión interdisciplinaria en cada una de las profesionistas participantes.
Sin duda hay otras implicaciones si reconocemos las influencias mutuas entre emociones, estilos de vida y salud integral. Serán material de otros textos en el blog. Por ahora termino enfatizando que si escuchamos los malestares corporales no sólo como señales de problemas corporales sino también como indicios de aspectos de nuestro vivir que necesitan ser atendidos estaremos respondiendo más ampliamente a lo necesario para promover nuestra salud y aliviar los malestares. La escucha desde el cuerpo a la manera del Focusing es una alternativa en esta dirección.
Referencias. -
· Delgado, M.S. (2017). Psiconeuroinmunología. Inteligencia emocional y salud en estudiantes universitarios. Tesis para obtener el doctorado en Ciencias de la Salud. Escuela Internacional de Doctorado. Universidad Católica de Murcia.
· Gendlin, E. T. (1993). Three assertions about the body. The Folio, 12(1), 21-33.
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